Por Hamza Hamouchene
El término «colonialismo verde» hace referencia a cómo a menudo los costes relativos a la producción de energía renovable y tecnologías verdes recaen sobre los pueblos coloniales como las comunidades indígenas, o los países del sur global. Se trata pues de un tipo de neocolonialismo.
Resulta imposible negar el impacto del cambio climático, incluso desde la propia industria de los combustibles fósiles. Es por ello que muchos países han comenzado a hablar de la «transición verde». Sin embargo, actualmente la transición hacia las renovables, que no goza de homogeneidad pues está teniendo lugar principalmente en el norte global, se basa en la extracción en curso de minerales energéticos esenciales y elementos de las tierras raras como el cobalto, el litio, el cobre, el níquel y el grafito. ¿De dónde saldrán todos estos recursos que posteriormente se emplean en la producción de paneles solares, molinos eólicos, aspas y baterías eléctricas? La respuesta es de países como la República Democrática del Congo, Bolivia, Chile, Indonesia y Marruecos, donde la degradación medioambiental y la explotación laboral no solo no desaparecerán a corto plazo, sino que se verán intensificadas. Esto es lo que denominamos colonialismo verde y se considera una forma de neo-colonialismo.
Neocolonialismo
El «colonialismo verde» puede definirse como la extensión de las relaciones coloniales de saqueo y despojo (así como de deshumanización del Otro) al período conocido como transición verde. Así, el colonialismo verde implica la transferencia de costes a los países y poblaciones periféricas y prioriza las necesidades energéticas y medioambientales, como el agua, de una región por encima de otra.
Aunque algunos afirmen que la era del colonialismo ha acabado oficialmente, el colonialismo se perpetua por otros medios y es lo que algunos académicos y activistas denominan neo-colonialismo. Por una parte, en la economía global, la periferia, situada en el sur global, proporciona recursos naturales y mano de obra a bajo coste. A su vez, el centro representa el mercado de las economías industrializadas o altamente tecnológicas. El centro necesita mantener permanentemente la relación de dominación sobre la periferia si pretende transformar las materias primas en bienes finales que pueda comercializar. Esta realidad se impuso y conformó a raíz del colonialismo y, por el momento, las nuevas herramientas de sometimiento imperialista véase el acecho de las prácticas extractivistas destinadas a la exportación, las deudas asfixiantes, el credo al libre comercio y los programas de ajuste estructural (PAE) impuestos por las instituciones financieras internacionales (IFIs) como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional (FMI), han disuadido cualquier esfuerzo por acabar con ella.
El colonialismo verde: la región árabe como estudio de caso
Inspirados en una narrativa medioambiental colonial y orientalista, los poderosos actores políticos y económicos internacionales suelen describir los desiertos árabes (Sáhara) como vastas extensiones de tierra vacías y escasamente pobladas, que representan El Dorado de las energías renovables y una oportunidad de oro para suministrar a Europa energía limpia barata.
Existen varios ejemplos en la región árabe que demuestran como el (neo)colonialismo energético y las prácticas extractivistas tienen lugar incluso en procesos de transición energética, en forma de «colonialismo verde». Dichas dinámicas son fácilmente identificables en proyectos en curso o ya desarrollados en territorios ocupados como Palestina, los altos del Golán que se llevan a cabo en el centro a costa de los pueblos coloniales y de su derecho a la autodeterminación.
El hecho de que empresas del Golfo como la saudí ACWA Power y la emiratí Masdar estén involucradas en iniciativas o proyectos coloniales de ese tipo hacen aún más complicado el concepto del colonialismo verde. Esto se explica porque también existe desigualdad dentro de la periferia. Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) se pueden concebir en realidad como una semiperiferia por muchos motivos. Para empezar, el Golfo no es solo bastante más rico que el resto de sus vecinos árabes, sino que además participa de la obtención y el desvío de recursos y la explotación laboral a nivel regional. De este modo reproduce la oposición entre el centro-periferia mediante la relación de extracción, marginalización, y acumulación que existe entre los países más pobres y ricos en recursos de Asia occidental y el norte de África, a lo que podemos referirnos como subimperialismo.
Falsas soluciones y acaparamiento de tierras
Una de las falsas soluciones al cambio climático se conoce como Compensación de Carbono. La compensación es una forma de que los particulares, las empresas o las organizaciones compensen sus emisiones de dióxido de carbono (CO2) invirtiendo en proyectos o actividades que reduzcan o eliminen de la atmósfera una cantidad equivalente de CO2. Las empresas que afirman participar en la compensación obtienen créditos de Carbono.
Los créditos de carbono se obtienen cuando los particulares o las empresas reducen o eliminan las emisiones de carbono. Cada crédito representa una tonelada métrica de CO2 o su equivalente. Estos créditos son negociables en el mercado del carbono, lo que permite a quienes tienen una huella de carbono elevada comprar créditos para compensar sus emisiones. A la inversa, quienes reducen emisiones pueden vender créditos.
Estas dos falsas soluciones deben basarse en formas coloniales de desposesión, una forma de colonialismo verde. Podemos verlo no sólo en la región árabe, sino también en otros países de África, donde se están produciendo enormes acaparamientos de tierras para satisfacer las necesidades agrícolas de algunos países del Golfo o para algunos proyectos de compensación de emisiones de carbono dirigidos por empresas del Golfo. Por ejemplo, Blue Carbon, una empresa con sede en Dubai propiedad de un miembro de la familia real, firmó acuerdos con Kenia, Liberia, Zambia, Zimbabue y Tanzania para generar créditos de carbono (léase permisos de contaminación) a partir de millones de hectáreas de bosques. En Liberia, esto equivale al 10% de toda la superficie del país, mientras que en Zimbabue equivale al 20% de la masa terrestre del país.
Estos proyectos de créditos de carbono forman parte de las soluciones basadas en la naturaleza comercializables que se han promovido en las anteriores negociaciones sobre el clima, incluida la COP28, que se celebrará en Dubai en diciembre de 2023. En realidad, se trata de falsas soluciones que ofrecerán permisos a los grandes contaminadores para que sigan contaminando mientras despojan a las comunidades locales e indígenas de sus tierras y hábitat creando «zonas verdes de sacrificio» para la sostenibilidad. Supongamos que planteamos esto con el hecho de que todo el continente africano sólo es responsable de alrededor del 4% de las emisiones mundiales anuales de CO2. En ese caso, queda claro que la carga socioeconómica y medioambiental de abordar la crisis climática se desplaza del Occidente industrializado, históricamente responsable, hacia África. Estas dinámicas constituyen casos de colonialismo verde.
Mientras algunos gobiernos occidentales se presentan como favorables al medio ambiente, prohibiendo el fracking dentro de sus fronteras y fijando objetivos de reducción de las emisiones de carbono, al mismo tiempo ofrecen apoyo diplomático a sus multinacionales para que exploten los recursos de esquisto en sus antiguas colonias, como hizo Francia con Total en Argelia en 2013. Esto también es colonialismo energético y racismo medioambiental.
Lo mismo ocurre con otro proyecto propuesto en 2021 por un antiguo director general de Tesco, en asociación con la saudí ACWA Power, que pretende conectar el sur de Marruecos con el Reino Unido mediante cables submarinos que canalizarán electricidad a lo largo de 3.800 Km. Una vez más, se mantienen las mismas relaciones de extracción y las mismas prácticas de acaparamiento de tierras, mientras que la población de la región ni siquiera es autosuficiente en energía. Estos grandes proyectos renovables, aunque proclaman sus buenas intenciones, acaban endulzando una explotación y un robo brutales. Parece que se está desplegando ante nuestros ojos un esquema colonial familiar: el flujo sin restricciones de recursos naturales baratos (incluida la energía solar) del Sur global al Norte rico, mientras la fortaleza Europa construye muros y vallas para impedir que los seres humanos lleguen a sus costas.
Todo esto es colonialismo verde.